16 de febrero de 2010

Venecia - Tübingen - Basilea

El pasado martes 9 de febrero comenzaba una nueva aventura, la cual esta vez me llevó al centro de Europa, y tuvo bastantes cambios a medida que iba avanzando. Recién llegados a Bolonia, lo primero que hicimos fue coger un tren con destino Venecia, la cual nos llamaba mucho más la atención (eran carnavales). Pasamos allí los dos primeros días, y el miércoles por la noche me embarqué en un avión hacia Alemania para llegar al día siguiente a Tübingen, de visita a Laura, amiga del pueblo de toda la vida que actualmente está de Ersamus allí. Desde allí visitamos Basilea y pasamos unos buenos días hasta mi vuelta el domingo 14 a Madrid, también desde la ciudad suiza.


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Martes 9 de febrero: Tras madrugar bien temprano, 13 de los 15 amigos que ibamos a ir (hubo 2 bajas) nos reunimos en los mostradores de facturación de Ryanair, aunque no facturamos equipaje. Comenzaba un viaje que reservamos hacía unos meses por un precio de 10 €, principal atractivo del mismo, y sin habernos informado mucho del destino nos pusimos rumbo a una aventura inolvidable.

Con puntualidad inglesa despegaba nuestro avión, y en apenas 1 h 45 min ya estabamos pisando suelo italiano, no sin antes divisar unas magníficas vistas de los Apeninos, cubiertos de nieve. Lo primero que hicimos fue coger unos mapas en el aeropuerto y dirigirnos a la parada del bus, que costaba 5 € por persona al centro de Bolonia; una exageración, sí, pero más caros son los taxis...

El autobús tiene varias paradas, atravesando todo el centro hasta la estación de tren (Stazione Centrale). Durante el avión habíamos estado hablando acerca de ir a Venecia a pasar la noche, ya que eran carnavales, así que lo primero que hicimos fue mirar precios y horarios; y tras varias deliberaciones, ya estabamos todos convencidos de visitar la ciudad de los canales.

Comimos en frente de la estación unas pizzas y a eso de las 14:00 salía nuestro tren con destino
Venecia. No teníamos cama, ni comida, pero el destino nos llamaba la atención. Algunos aprovecharon para dormir y otros estuvimos conversando.

Una de las cosas que más me impactó es que al salir de la estación desaparecen las zadas inmediatamente, para convertirse en canales. Lo primero que se ve desde la plaza de la estación es una calle de agua, concretamente el Gran Canal. Mientras las chicas se pintaban la cara en unos puestecillos de la calle, nosotros fuimos a buscar un mapa (que valía 2 € en la oficina de turismo, donde suele ser gratis). Eso nos dió una idea de lo turística que podía llegar a ser la ciudad, y es que vista desde fuera se puede comparar con un parque temático, ya que parece imposible asentar una ciudad de esa manera, hace más de mil años.

Guíados por una compi que ya conocia la ciudad deambulamos por las calles hasta llegar a la
Plaza de San Marco. Es increible como los canales se combinan con las calles, dejando estampas increibles. Pero eso no es todo, ya que la ciudad en sí es un museo, llena de iglesias, basílicas, torreones, etc. Por ejemplo nos llamó mucho el puente Rialto

En el camino algunos ibamos comprando algo para "disfrazarnos", así como comida y algo de limoncello (bebida con poca graduación típica italiana) para hacer más llevadera la noche (ya que visto lo visto la pasaríamos en la calle). Tardamos unas tres horas en ir por el camino más corto, pero es que cada esquina que doblábamos y cada puente que cruzábamos estaban llenos de encanto.

En la plaza de San Marcos descansamos hasta que se hizo la noche, cuando decidimos ir a cenar al McDonalds. Vale, no es lo más típico, pero sí de lo más económico, ya que todos los precios en aquella ciudad son exageradamente altos.

Según avanzaban las horas nos íbamos notando más cansados, hasta que decidimos buscar algún sitio donde tirarnos. Primero nos echamos en una callejuela que tenía techo (ya que el tiempo no era óptimo. Después nos "colamos" a unas carpas con el fin de alejar el frío, y cuál fue nuestra sorpresa cuándo vimos en la carpa una especio de somier. Claro que esta situación no duraría mucho, ya que pasada una hora (serían las 4 de la mañana) un guardia de seguridad nos pidió amablemente que nos fueramos.... por lo que comenzamos a andar hasta que pensamos en ir a la estación. Allí en la estación (abierta desde las 4:30) se puede dormir en una sala de espera perfectamente climatizada, por lo que allí nos quedamos hasta por la mañana.

Miércoles 10: Por la mañana, volvimos a hacer un recorrido por toda Venecia, casi idéntico al de la noche anterior. Hay que decir que merece la pena ver la ciudad tanto de día como de noche. Ambas estampas son increibles. Por la tarde volvimos a Bolonia y vimos un poco el centro: la universidad (la más antigua de Europa), la catedral, las dos torres, las plazas principales...

Alrededor de las 8 me despedí de mis compis y comenzaba mi aventura en solitario. Cogí el autobús al aeropuerto con algo de antelación pues mi vuelo salía a las 21:25, pero nunca sabes lo que puede pasar.

El caso es que el avión tardó en salir, pues las alas se habían helado y tocaba descongelarlas, pero salimos sin más problemas; aunque he de reconocer que me dio algo de miedo volar con el temporal que hacía , y eso que nunca he sido de temer a los aviones ni nada por el estilo.

A la llegada, sobre la 1 de la mañana al aeropuerto de Francfort Hahn hubo un momento donde me encontraba bastante mal. Fue salir del avión y la mezcla de sueño (aunque había estado durmiendo) y el frío hizo que decayera por momentos. Luego me enteré que había perdido el penúltimo autobús a Heidelberg, así que me tocaba esperar, pero las señoras de información me atendieron en un perfecto inglés.

Mi idea era llegar a Heidelberg con un bús (que cuesta 18 €) y desde allí coger el Baden-Württenberg ticket, una especie de abono por un día para coger todos los trenes que se quieran en un día en dicha región. Tiene un coste de 20 €, y hay otra modalidad para 5 personas por 28 €, lo cual está muy bien para visitar las zonas adyacentes.

Finalmente cogí el bus a la 1:30 donde estuve hablando con dos italianos que iban a visitar a sus novias (según entendí en una mezcla de español, italiano e inglés). El caso es que a las 3 de la mañana ya estaba en Heidelberg, con un frío de muerte, pero por lo menos en el interior de la estación se estaba bastante bien.

Jueves 11: El primer tren hacia Tübingen (aunque con dos transbordos) salía a las 4:40 así que saqué mi saco y me eche a dormir. Cuando me desperté eran las 5:30, pero estaba durmiendo tan bién que decidí seguir durmiendo; y a eso de las 8:30 me desperté definitivamente.

Saqué mi ticket en las maquinas de la estación y bajé a los andenes para coger el tren. Primero debía ir hasta Mosbach, donde cogería otro tren a Stuttgart y, finalmente uno a Tübingen. El paisaje que se divisaba desde el tren era precioso, pueblos y más pueblos nevados al lado de un río.

Al llegar a Stuttgart, decidí que ya que estaba allí era una tontería no dar un paseo, así que me di una vuelta por la calle principal (Königstrasse), y aunque me quedé con ganas de subir a la torre de TV (Fernsehrturm) lo dejo para la próxima.

Vi un poco el centro de Stuttgart y rápidamente volví a la estación para no perder el tren a Tübingen, donde me estaría esperando Laura. Los paisajes seguían siendo de ensueño, pero no podía evitar echar alguna cabezadita, ya que estaba bastante cansado.

A mi llegada me tocó esperar un ratejo pero al final la vi. Fue como una bendición: saber que por fin tendría una cama donde durmir y una ducha donde asearme. También habían venido a buscarme Carmen y Quique (estudiantes también de erasmus allí) y tres amigos de Quique que también andaban de visita: Albert, Victor y Christian. Con ellos pasamos la mayor parte del tiempo y tengo que decir que me alegro un montón de haberles conocido.

La ciudad de Tübingen es famosa por su universidad, a mi me gustaba compararla con Salamanca, y por eso Quique nos llevó a ver la facultad (Instituto) de informática, que había sido utilizado como hospital de guerra. Después fuimos a dejar mi mochila a la que sería mi casa durante los próximos cuatro días. Era una habitación sencilla pero perfecta para un estudiante.

Sin demora volvimos a coger el autobús para ver otra cosa "típica" de Tübingen. Era una escultura de una vulva, y era algo curioso. Nos hicimos unas fotos y más tarde fuimos al centro de la ciudad. Vimos la catedral y el ayuntamiento, aunque el mero hecho de pasear por sus calles ya era increible. Era la típica estampa alemana: casas altísimas con tejados nevados.

Luego vimos el castillo desde donde se tiene visión de toda la ciudad, y a pesar de la niebla se veía mas o menos bien. Para acabar el primer día tomamos unas cervezas alemanas. Si es verdad que son distintas a las de aquí, y tenían un sabor bastante atractivo.

Viernes 12: Teníamos pensado ir a Munich con un ticket parecido al de Baden-Württenberg, de toda Alemania, pero al no estar disponible cambiamos los planes y decidimos ir a Basilea (Suiza), donde, curiosamente llega el ticket de esta región.

Fue otro trayecto con dos transbordos, pero tamién aprovechamos para dormir, pues no habíamos tenido mucho tiempo durante la noche. Entre cambio de tren y unos bollitos muy ricos (Berliners) llegamos a Basilea.

Una vez allí lo primero que hicimos fue cambiar unos euros a francos. El cambio era 1 EUR = 1,43 CHF (Francos Suizos), pero no por ello salimos ganando, ya que los precios eran bastante elevados, así que nos fundimos practicamente todo el presupuesto en la comida, un autóctono McDonalds.

Salimos caminando de la estación con unos mapas entre las manos. Fuimos directos al Rhin, cuya estampa es increible, y más con nieve, ya que aunque no nos nevó, debía de haber estado haciéndolo días antes.

Como toda ciudad centroeuropea está cargada de historia, de arte, de museos, iglesias... algo que no da tiempo a ver en un día, evidentemente; pero no por eso dejamos de disfrutar. Fue así como dimos un paseo por sus calles viendo las cosas más típicas, la catedral, la tumba de Erasmo de Rotterdam, el Ayuntamiento, etc.

Es difícil no enamorarse de esta ciudad, ya que cada calle impresiona, con esas casas altas de tejados empinados (para evitar derrumbes por el peso de la nieve). En este tour por la ciudad comimos en el McDonalds de en frente del ayuntamiento.

Después, aunque ya más pendientes de la hora, fuimos de camino a otra iglesia, no si antes disfrutar de una fuente famosa por sus mecanismos capaces de hacer auténticas virguerías con el agua. Las temperaturas habían dibujado preciosas formas de hielo en algunos mecanismos, a los cuales había dejado inoperativas.

En la iglesia, nos llamó la atención un bar que había con mesas y sillas dentro del propio edificio, por lo que la ocasión merecía tomar unas cervezas. Fue algo que nos llamó la atención porque no todos los días ve uno iglesias-bar. Justo después subimos a una torre-mirador que tiene la iglesia, desde donde observamos la ciudad desde el aire, prácticamente... aunque cabe destacar que no es la ciudad más bella que haya desde el cielo.

Ya de vuelta de camino a la estación pasamos por delante del Kunstmuseum, si no me equivoco el más famoso, al que no pudimos entrar, pero que apunto en mi lista de sitios donde ir. Justo después atravesamos otro puente con otra estampa increible de la ciudad, separada por ese ancho Rhin que recorre varios paises europeos.

Ya de vuelta aprovechamos para dormir pues esperaba otra larga noche. Estos estudiantes erasmus se lo montan bastante bien. Ese día tocaba fiesta de disfraces...

Sábado 13: El sábado fue un día de descanso, ya que tras levantarnos tarde (y descansar, por un día) nos pasamos todo el día de casa en casa. Eso sí, comimos muchas patatas, que abundan en Alemania. Ya de noche fuimos a otra fiesta Erasmus.

Domingo 14: Mi jornada comenzaba temprano, a eso de las 5:30. A la casa de Laura vino a buscarnos un taxi que hacía las labores de buho. Este tipo de servicio era gratuito con el abono de la ciudad; y aunque el conductor daba señales de embiraguez, nos llevó sin problemas a la estación.

Desde allí volví a realizar el mismo trayecto que el viernes hasta Basilea. Todo fue tranquilo y aproveché para dormir... la verdad es que el trayecto se me pasó volando.

Una vez en Basilea fui andando a la estación de tren volviendo a disfrutar de tan maravillosa ciudad, para allí coger el autobús nº 50, que me llevaría al aeropuerto. Hay que decir que el aeropuerto es algo extraño, pues tiene varias zonas de facturación (de cuando Suiza no pertenecía al acuerdo Schengen)... y mentiría si afirmara que no me perdí.

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6 de febrero de 2010

Preparando el IronMan

El Ironman (hombre de hierro) es la más larga y dura prueba del Triatlón. Consta de tres partes: 3,8 km a nado; 180 km en bicicleta y finalmente 42 km al trote. Todo ello sin descando hace que los atletas que la superen sean considerados como "hombre de acero".

Es algo verdaderamente duro pues combina las pruebas más duras en sus disciplinas (la maratón, natación de larga distancia y una distancia en bici bastante grande). Surgió en el siglo XX para demostrar quienes eran los mejores atletas.

Pues bien hace poco una amigo y yo lo comentamos y actualmente nos estamos mentalizando para correrlo en 2012 en Lanzarote (la única prueba que se realiza en España). Es cierto que es una fecha prematura, pero estamos muy motivados.

Parte de esa motivación viene de este fragmento de la carta que recibieron los primeros participantes de parte del Comandante Collins, quién tuvo la idea de la carrera:

" Natación 2,4 millas! Ciclismo 112 millas! Trote 26,2 millas! Alardeen por el resto de su vida!"

Commander Collins(1978)


En nuestra preparación se incluye correr la media maratón de Madrid (11 de abril) y el Triatlón de Madrid (5 de junio). Os mantendremos informados.

Un saludo.

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