21 de mayo de 2010

"Interrail" en Suiza y norte de Italia

Se iba acercando el verano y aunque ya tenía previstos dos viajes, a Cádiz y a Mallorca (con amigos y compañeros de la uni, respectivamente), poco tienen de cultural y por tanto poco que mostrarse aquí, pero desde hace unos días ronda mi cabeza una especie de Interrail en Suiza y el norte de Italia.

Digo especie de Interrail porque solo iremos una semana, ya que, en mi caso, desde el 15 de julio me pasaré el resto de verano entre biblioteca y academia preparando las asignaturas que no he aprobado hasta ahora.

Esta vez somos 4 compis del colegio: Willy, Ana, Marta y yo. Y el vuelo ya lo tenemos cogido, al aeropuerto de Bergamo por 14 euros ida y vuelta. Nuestra idea inicial era coger dos pases de tren de tres días para Suiza e Italia, pero sumaban 146 euros, y barajando presupuesto sale bastante más barato alquilar un coche (con gasolina incluida) con todas las ventajas que además eso supone.

Por eso, todavía en proceso, nuestro plan será abordar casi toda Suiza (Berna, Interlaken, Luzerna, Zürich (y ojalá caiga el Jungfraujoch)) y si podemos algo del onrte de Italia, pero como solo vamos 8 días, preferimos centrarnos más en Suiza. Resumen a la vuelta

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16 de febrero de 2010

Venecia - Tübingen - Basilea

El pasado martes 9 de febrero comenzaba una nueva aventura, la cual esta vez me llevó al centro de Europa, y tuvo bastantes cambios a medida que iba avanzando. Recién llegados a Bolonia, lo primero que hicimos fue coger un tren con destino Venecia, la cual nos llamaba mucho más la atención (eran carnavales). Pasamos allí los dos primeros días, y el miércoles por la noche me embarqué en un avión hacia Alemania para llegar al día siguiente a Tübingen, de visita a Laura, amiga del pueblo de toda la vida que actualmente está de Ersamus allí. Desde allí visitamos Basilea y pasamos unos buenos días hasta mi vuelta el domingo 14 a Madrid, también desde la ciudad suiza.


Sique leyendo para ver un resumen completo

Martes 9 de febrero: Tras madrugar bien temprano, 13 de los 15 amigos que ibamos a ir (hubo 2 bajas) nos reunimos en los mostradores de facturación de Ryanair, aunque no facturamos equipaje. Comenzaba un viaje que reservamos hacía unos meses por un precio de 10 €, principal atractivo del mismo, y sin habernos informado mucho del destino nos pusimos rumbo a una aventura inolvidable.

Con puntualidad inglesa despegaba nuestro avión, y en apenas 1 h 45 min ya estabamos pisando suelo italiano, no sin antes divisar unas magníficas vistas de los Apeninos, cubiertos de nieve. Lo primero que hicimos fue coger unos mapas en el aeropuerto y dirigirnos a la parada del bus, que costaba 5 € por persona al centro de Bolonia; una exageración, sí, pero más caros son los taxis...

El autobús tiene varias paradas, atravesando todo el centro hasta la estación de tren (Stazione Centrale). Durante el avión habíamos estado hablando acerca de ir a Venecia a pasar la noche, ya que eran carnavales, así que lo primero que hicimos fue mirar precios y horarios; y tras varias deliberaciones, ya estabamos todos convencidos de visitar la ciudad de los canales.

Comimos en frente de la estación unas pizzas y a eso de las 14:00 salía nuestro tren con destino
Venecia. No teníamos cama, ni comida, pero el destino nos llamaba la atención. Algunos aprovecharon para dormir y otros estuvimos conversando.

Una de las cosas que más me impactó es que al salir de la estación desaparecen las zadas inmediatamente, para convertirse en canales. Lo primero que se ve desde la plaza de la estación es una calle de agua, concretamente el Gran Canal. Mientras las chicas se pintaban la cara en unos puestecillos de la calle, nosotros fuimos a buscar un mapa (que valía 2 € en la oficina de turismo, donde suele ser gratis). Eso nos dió una idea de lo turística que podía llegar a ser la ciudad, y es que vista desde fuera se puede comparar con un parque temático, ya que parece imposible asentar una ciudad de esa manera, hace más de mil años.

Guíados por una compi que ya conocia la ciudad deambulamos por las calles hasta llegar a la
Plaza de San Marco. Es increible como los canales se combinan con las calles, dejando estampas increibles. Pero eso no es todo, ya que la ciudad en sí es un museo, llena de iglesias, basílicas, torreones, etc. Por ejemplo nos llamó mucho el puente Rialto

En el camino algunos ibamos comprando algo para "disfrazarnos", así como comida y algo de limoncello (bebida con poca graduación típica italiana) para hacer más llevadera la noche (ya que visto lo visto la pasaríamos en la calle). Tardamos unas tres horas en ir por el camino más corto, pero es que cada esquina que doblábamos y cada puente que cruzábamos estaban llenos de encanto.

En la plaza de San Marcos descansamos hasta que se hizo la noche, cuando decidimos ir a cenar al McDonalds. Vale, no es lo más típico, pero sí de lo más económico, ya que todos los precios en aquella ciudad son exageradamente altos.

Según avanzaban las horas nos íbamos notando más cansados, hasta que decidimos buscar algún sitio donde tirarnos. Primero nos echamos en una callejuela que tenía techo (ya que el tiempo no era óptimo. Después nos "colamos" a unas carpas con el fin de alejar el frío, y cuál fue nuestra sorpresa cuándo vimos en la carpa una especio de somier. Claro que esta situación no duraría mucho, ya que pasada una hora (serían las 4 de la mañana) un guardia de seguridad nos pidió amablemente que nos fueramos.... por lo que comenzamos a andar hasta que pensamos en ir a la estación. Allí en la estación (abierta desde las 4:30) se puede dormir en una sala de espera perfectamente climatizada, por lo que allí nos quedamos hasta por la mañana.

Miércoles 10: Por la mañana, volvimos a hacer un recorrido por toda Venecia, casi idéntico al de la noche anterior. Hay que decir que merece la pena ver la ciudad tanto de día como de noche. Ambas estampas son increibles. Por la tarde volvimos a Bolonia y vimos un poco el centro: la universidad (la más antigua de Europa), la catedral, las dos torres, las plazas principales...

Alrededor de las 8 me despedí de mis compis y comenzaba mi aventura en solitario. Cogí el autobús al aeropuerto con algo de antelación pues mi vuelo salía a las 21:25, pero nunca sabes lo que puede pasar.

El caso es que el avión tardó en salir, pues las alas se habían helado y tocaba descongelarlas, pero salimos sin más problemas; aunque he de reconocer que me dio algo de miedo volar con el temporal que hacía , y eso que nunca he sido de temer a los aviones ni nada por el estilo.

A la llegada, sobre la 1 de la mañana al aeropuerto de Francfort Hahn hubo un momento donde me encontraba bastante mal. Fue salir del avión y la mezcla de sueño (aunque había estado durmiendo) y el frío hizo que decayera por momentos. Luego me enteré que había perdido el penúltimo autobús a Heidelberg, así que me tocaba esperar, pero las señoras de información me atendieron en un perfecto inglés.

Mi idea era llegar a Heidelberg con un bús (que cuesta 18 €) y desde allí coger el Baden-Württenberg ticket, una especie de abono por un día para coger todos los trenes que se quieran en un día en dicha región. Tiene un coste de 20 €, y hay otra modalidad para 5 personas por 28 €, lo cual está muy bien para visitar las zonas adyacentes.

Finalmente cogí el bus a la 1:30 donde estuve hablando con dos italianos que iban a visitar a sus novias (según entendí en una mezcla de español, italiano e inglés). El caso es que a las 3 de la mañana ya estaba en Heidelberg, con un frío de muerte, pero por lo menos en el interior de la estación se estaba bastante bien.

Jueves 11: El primer tren hacia Tübingen (aunque con dos transbordos) salía a las 4:40 así que saqué mi saco y me eche a dormir. Cuando me desperté eran las 5:30, pero estaba durmiendo tan bién que decidí seguir durmiendo; y a eso de las 8:30 me desperté definitivamente.

Saqué mi ticket en las maquinas de la estación y bajé a los andenes para coger el tren. Primero debía ir hasta Mosbach, donde cogería otro tren a Stuttgart y, finalmente uno a Tübingen. El paisaje que se divisaba desde el tren era precioso, pueblos y más pueblos nevados al lado de un río.

Al llegar a Stuttgart, decidí que ya que estaba allí era una tontería no dar un paseo, así que me di una vuelta por la calle principal (Königstrasse), y aunque me quedé con ganas de subir a la torre de TV (Fernsehrturm) lo dejo para la próxima.

Vi un poco el centro de Stuttgart y rápidamente volví a la estación para no perder el tren a Tübingen, donde me estaría esperando Laura. Los paisajes seguían siendo de ensueño, pero no podía evitar echar alguna cabezadita, ya que estaba bastante cansado.

A mi llegada me tocó esperar un ratejo pero al final la vi. Fue como una bendición: saber que por fin tendría una cama donde durmir y una ducha donde asearme. También habían venido a buscarme Carmen y Quique (estudiantes también de erasmus allí) y tres amigos de Quique que también andaban de visita: Albert, Victor y Christian. Con ellos pasamos la mayor parte del tiempo y tengo que decir que me alegro un montón de haberles conocido.

La ciudad de Tübingen es famosa por su universidad, a mi me gustaba compararla con Salamanca, y por eso Quique nos llevó a ver la facultad (Instituto) de informática, que había sido utilizado como hospital de guerra. Después fuimos a dejar mi mochila a la que sería mi casa durante los próximos cuatro días. Era una habitación sencilla pero perfecta para un estudiante.

Sin demora volvimos a coger el autobús para ver otra cosa "típica" de Tübingen. Era una escultura de una vulva, y era algo curioso. Nos hicimos unas fotos y más tarde fuimos al centro de la ciudad. Vimos la catedral y el ayuntamiento, aunque el mero hecho de pasear por sus calles ya era increible. Era la típica estampa alemana: casas altísimas con tejados nevados.

Luego vimos el castillo desde donde se tiene visión de toda la ciudad, y a pesar de la niebla se veía mas o menos bien. Para acabar el primer día tomamos unas cervezas alemanas. Si es verdad que son distintas a las de aquí, y tenían un sabor bastante atractivo.

Viernes 12: Teníamos pensado ir a Munich con un ticket parecido al de Baden-Württenberg, de toda Alemania, pero al no estar disponible cambiamos los planes y decidimos ir a Basilea (Suiza), donde, curiosamente llega el ticket de esta región.

Fue otro trayecto con dos transbordos, pero tamién aprovechamos para dormir, pues no habíamos tenido mucho tiempo durante la noche. Entre cambio de tren y unos bollitos muy ricos (Berliners) llegamos a Basilea.

Una vez allí lo primero que hicimos fue cambiar unos euros a francos. El cambio era 1 EUR = 1,43 CHF (Francos Suizos), pero no por ello salimos ganando, ya que los precios eran bastante elevados, así que nos fundimos practicamente todo el presupuesto en la comida, un autóctono McDonalds.

Salimos caminando de la estación con unos mapas entre las manos. Fuimos directos al Rhin, cuya estampa es increible, y más con nieve, ya que aunque no nos nevó, debía de haber estado haciéndolo días antes.

Como toda ciudad centroeuropea está cargada de historia, de arte, de museos, iglesias... algo que no da tiempo a ver en un día, evidentemente; pero no por eso dejamos de disfrutar. Fue así como dimos un paseo por sus calles viendo las cosas más típicas, la catedral, la tumba de Erasmo de Rotterdam, el Ayuntamiento, etc.

Es difícil no enamorarse de esta ciudad, ya que cada calle impresiona, con esas casas altas de tejados empinados (para evitar derrumbes por el peso de la nieve). En este tour por la ciudad comimos en el McDonalds de en frente del ayuntamiento.

Después, aunque ya más pendientes de la hora, fuimos de camino a otra iglesia, no si antes disfrutar de una fuente famosa por sus mecanismos capaces de hacer auténticas virguerías con el agua. Las temperaturas habían dibujado preciosas formas de hielo en algunos mecanismos, a los cuales había dejado inoperativas.

En la iglesia, nos llamó la atención un bar que había con mesas y sillas dentro del propio edificio, por lo que la ocasión merecía tomar unas cervezas. Fue algo que nos llamó la atención porque no todos los días ve uno iglesias-bar. Justo después subimos a una torre-mirador que tiene la iglesia, desde donde observamos la ciudad desde el aire, prácticamente... aunque cabe destacar que no es la ciudad más bella que haya desde el cielo.

Ya de vuelta de camino a la estación pasamos por delante del Kunstmuseum, si no me equivoco el más famoso, al que no pudimos entrar, pero que apunto en mi lista de sitios donde ir. Justo después atravesamos otro puente con otra estampa increible de la ciudad, separada por ese ancho Rhin que recorre varios paises europeos.

Ya de vuelta aprovechamos para dormir pues esperaba otra larga noche. Estos estudiantes erasmus se lo montan bastante bien. Ese día tocaba fiesta de disfraces...

Sábado 13: El sábado fue un día de descanso, ya que tras levantarnos tarde (y descansar, por un día) nos pasamos todo el día de casa en casa. Eso sí, comimos muchas patatas, que abundan en Alemania. Ya de noche fuimos a otra fiesta Erasmus.

Domingo 14: Mi jornada comenzaba temprano, a eso de las 5:30. A la casa de Laura vino a buscarnos un taxi que hacía las labores de buho. Este tipo de servicio era gratuito con el abono de la ciudad; y aunque el conductor daba señales de embiraguez, nos llevó sin problemas a la estación.

Desde allí volví a realizar el mismo trayecto que el viernes hasta Basilea. Todo fue tranquilo y aproveché para dormir... la verdad es que el trayecto se me pasó volando.

Una vez en Basilea fui andando a la estación de tren volviendo a disfrutar de tan maravillosa ciudad, para allí coger el autobús nº 50, que me llevaría al aeropuerto. Hay que decir que el aeropuerto es algo extraño, pues tiene varias zonas de facturación (de cuando Suiza no pertenecía al acuerdo Schengen)... y mentiría si afirmara que no me perdí.

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6 de febrero de 2010

Preparando el IronMan

El Ironman (hombre de hierro) es la más larga y dura prueba del Triatlón. Consta de tres partes: 3,8 km a nado; 180 km en bicicleta y finalmente 42 km al trote. Todo ello sin descando hace que los atletas que la superen sean considerados como "hombre de acero".

Es algo verdaderamente duro pues combina las pruebas más duras en sus disciplinas (la maratón, natación de larga distancia y una distancia en bici bastante grande). Surgió en el siglo XX para demostrar quienes eran los mejores atletas.

Pues bien hace poco una amigo y yo lo comentamos y actualmente nos estamos mentalizando para correrlo en 2012 en Lanzarote (la única prueba que se realiza en España). Es cierto que es una fecha prematura, pero estamos muy motivados.

Parte de esa motivación viene de este fragmento de la carta que recibieron los primeros participantes de parte del Comandante Collins, quién tuvo la idea de la carrera:

" Natación 2,4 millas! Ciclismo 112 millas! Trote 26,2 millas! Alardeen por el resto de su vida!"

Commander Collins(1978)


En nuestra preparación se incluye correr la media maratón de Madrid (11 de abril) y el Triatlón de Madrid (5 de junio). Os mantendremos informados.

Un saludo.

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26 de diciembre de 2009

Viaje de fin de exámenes

Al final ya tengo los billetes y por tanto un nuevo viaje confirmado para los días 9-14 de febrero de 2010.

Como ya comenté hace unas semanas; el martes 9 de febrero (un día después de acabar los exámenes), 15 amigos de la universidad ibamos a ir dos días a Bolonia, ciudad italiana que elegimos por el precio del billete, no por sus atractivos turísticos. El caso es que sin alojamiento reservado, yo pillé un billete para el miércoles 10 por la noche desde Bolonia a Francfort-Hahn.

Será el momento en que empiece mi primera aventura en solitario, al menos por unas horas, ya que desde allí (el avión llega a las 23:25) deberé viajar toda la noche para llegar a Stuttgart por la mañana, visitarla y llegar por la tarde a Tübingen, ciudad universitaria donde vive la amiga a la que voy a visitar.

Pasaremos allí dos días y luego me acompañará hacia el sur, visitando el Lago Constanza y adentrándonos en Suiza para llegar finalmente a Basilea, de donde sale mi avión de vuelta, el domingo 14 de febrero. A la vuelta resumen y fotos del viaje.

Un saludo y ¡Feliz Navidad!

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20 de diciembre de 2009

De relax en Marrakech

El pasado miercoles 16 de diciembre, Willy, Ruiz y yo nos embarcamos en una de nuestra nuevas "aventuras". Faltaba la presencia de Ture, quien por motivos personales no pudo asistir, pero nuestra motivación no decayó. Como en otras ocasiones, la compañía escogida fue Ryanair, más que nada por el precio, de unos 30 € por persona (aunque posteriormente nos enteramos que podíamos haber ahorrado 10 pagando con una Visa Electron).

Día 16 de diciembre: Tras dos horas y poco de vuelo, el avión aterrizó en el Aeropuerto de Marrakech-Menara. Para el control de pasaportes hay que rellenar un formulario de inmigración como a cualquier país fuera de la UE, nada complicado. Una vez allí, lo primero que hicimos fue conseguir unos cuantos dirhams (1 € = 11 dh aprox.). La mayoría de establecimientos por no decir todos aceptan euros, pero no cabe la duda de que salimos perdiendo. También cabe recordar que hay que atrasar una hora con respecto a la Península.

Ya fuera de la terminal, debíamos escoger transporte, y nos llamó la atención un panel informativo con los precios que debían cobrarnos los taxistas (unos 50 dh a la plaza central). Aun así nos decidimos por el autobús, que no era mucho más económico (30 dh ida y vuelta, para canjear en un máximo de 15 días).

Ya por las calles de Marrakech, empezábamos a notar las primeras diferencias, la gran cantidad de motos, gente andando... y en general la imagen que teniamos de España hace bastantes años. Para ser diciembre, la temperatura era bastante buena, de unos 15-20 grados, aunque a veces llegamos a pasar verdadero calor.

Tontos de nosotros, nos bajamos en la parada de la Plaza Jemma el Fna (el centro de la actividad de la Medina (ciudad vieja), sin saber que nuestro Riad estaba algo lejos. Los Riads son como los hostales en cualquier otra parte del mundo, pequeños y económicos; lugares para dormir y si acaso el desayuno (aunque no estaba incluido en el precio de 11 € por noche).

Llegamos a la plaza a eso de las 9 de la mañana, y no tardamos en perdernos en las callejuelas de la Medina, y eso que ya estábamos avisados. Tardamos tres horas en encontrar el Riad, aunque se nos pasaron volando, pues no hicimos más que descubrir las cosas que escondía la ciudad. Al final el director de otro Riad llamó al nuestro para que salieran a buscarnos a una mezquita.

Nada más entrar al Riad, sin ninguna indicación en el exterior, nos invitaron a un té y nos
explicaron un poco acerca de la ciudad, lugares que visitar, excursiones que tenían planeadas. Estabamos bastante interesados, pues todavía ninguno teníamos más de un año de carnet y no podiamos alquilar un coche. También nos dijeron que podíamos beber todo el té que quisieramos así como fumar cachimba.

Un ratejo después nos acomodamos en la habitación, y nos echamos a dormir una horita, pues estábamos bastante cansados. Tras deshacer un poco la mochila salimos a dar una vuelta, y no tardó en empezar a anochecer (a eso de las 17). Paseamos por el zoco perdiéndonos por sus calles, admirando la gran cantidad de tiendas y virguerías que tienen. Hay que reconocer que son bastante pesados a la hora de "venderse", pues no hacen más que insistirte en que pases a ver lo que tienen, llegando a ser irritante.

Poco después llegamos a la plaza Jemma el Fna, donde nos había dejado el bus, y subimos a una terraza para hacer la foto típica de la plaza, y aunque nos pedían una consumición por persona, logramos pagar solo una, ya que se puede regatear en todos y cada uno de los establecimientos de la ciudad. Tras la maravillosa estampa nocturna, volvimos al suelo para contemplar todo lo que había, desde serpientes encantadas, y monos de las montañas (a 10 dh la foto), hasta tatuajes de gena, juegos (pescar botellas, tirar bolos...), espectáculos de magia, etc.

Justo al lado una concentración de restaurantes, donde se puede comer bastante bien desde unos 5 €/persona. Si caminar por el zoco es irritante, pasear entre los restaurantes puede ser peor, ya que te empujan hacia ellos, pero es entendible ya que viven del turismo. Y que decir de la comida, bastante buena en general. Por supuesto probamos los platos típicos, como son el cus-cus (granos de sémola mezclados con carne, pollo o verduras) y el tajine (plato de carne , pollo, etc).

Acabamos bastante llenos y volvimos dando un relajado paseo al Riad, donde nos chocó la imagen de dos niños pequeños esnifando gasolina. Antes de dormir, fumamos cachimba compartiendo mesa con dos chavales australianos, un belga, dos francesas; agradecimos bastante el ambiente que se respiraba en el Riad, fuera del ajetreo de la Medina.

Día 17 de diciembre: Nos levantamos temprano pues teníamos programada una excursión a las montañas (Valle de Ourika). No era barata (45 €), pero era la única que nos podíamos permitir, ya que las otras al desierto eran más caras y más largas. La furgoneta vino a buscarnos a 2 minutos del Riad y nos pusimos rumbo al Atlas.

Nuestra primera parada fue únicamente explicativa a manos de nuestro guía, Mustafá. Nos contó un poco la historia de los pueblos bereberes que habitaban el valle, a que se dedicaban y como sobrevivían, prácticamente gracias a la exportación de aceite. Un rato después paramos en una casa bereber a desayunar.

La casa era gigante, habitada por una familia entera de unas 20 personas (lo típico de la zona). Nos llamó la atención la ducha, pues era una especie de horno a la entrada de la casa y la "granja" que tenían dentro de casa. Tres vacas suministraban leche diaria y lógicamente, a su muerte bastante comida. Después vimos el proceso de elaboración del pan y el del té; para luego tomarlos acompañados de miel, mantequilla y aceite.

Proseguimos nuestro camino pero no tardamos en volver a parar, esta vez para montar en camello. Era una atracción notadamente turística, pero bastante curiosa. Se nos hizó corta pero echamos unas risas. A la bajada, volvían a estar los típicos vendedores ambulantes ofreciendo todo tipo de bisutería.

Tras otro ratejo en la carretera llegamos a nuestro destino final, un pequeño paseo que conduciría a una cascada. No era la más bonita del mundo, pero fue entretenida la ascensión, viendo restaurantes por todo el sendero, metidos en plena montaña. Al regresar paramos a comer en un restaurante típico lo mismo que el día anterior, cus-cus y tajine, pero estaba algo más rico.

Volvimos medio dormidos al Riad , y eso que los paisajes no dejaban de sorprendernos, pero la jornada había sido agotadora. Por la noche, salimos a visitar el barrio de Gueliz (como se conoce la zona nueva). Son dos mundos totalmente diferentes, este último más "occidentalizado".

Día 18 de diciembre: Volvimos a despertarnos temprano (a eso de las 8) pues teníamos pensado coger el bus de las 8 30 a la ciudad costera de Essaouira. Hay dos compañías que realizan ese trayecto, SupraTours y CTM, pero por 5 dh escogimos la primera. Sin embargo, al llegar a la estación lo perdimos y el de las 10 45 estaba completo, por lo que cogimos los billetes para el día siguiente. El precio era de 65 dh (solo ida) pero nos habían dicho que realmente merecía la pena.

A esas horas, vimos un McDonalds en la estación de trenes (cercana a la del autobús) y paramos a desayunar una hamburguesa. No es lo típico, pero sentíamos curiosidad por probarlo allí, y sabía prácticamente igual (si acaso la coca-cola un poco mejor, decía Ruiz). Tras este break volvimos al Riad para dormir un poquillo más, pues no debemos olvidar que el propósito de nuestro viaje era descansar un poco.

Salimos a la hora de comer y volvimos a perdernos entre las calles de la Medina (lo que es totalmente recomendable). Es prácticamente imposible no perderse, ya que las callejuelas no son rectas y se hace facil perder el norte. No obstante, tras comprar unas cuantas chorradas (regateando, por supuesto; los primero precios son excesivos) llegamos a la Plaza Jemaa el Fna.

Esta vez comimos pinchos morunos, salchichas y una asadurilla de higado. Esto último, no era muy agradable a la vista, pero estaba riquísimo. Con la tripa llena, fuimos a descansar a un parque cercano a la mezquita central (La Koutubia), y contemplamos un precioso atardecer.

Volvimos a la plaza para conversar con sus gentes, ya que entre la multitud, había alguno que sabía algo más que ¿Madrid o Barça?, y escuchamos bastantes historias acerca del Sahara, de las especias, etc. Caminando de camino al Riad, se me saturó un poco la nariz, pues en treinta metros conviven olores muy fuertes, como pueden ser el de las especias, animales (vivos y muertos), perfumes, cachimbas... pero nada grave.

Esa noche conversamos bastante tiempo acerca de infinitas cosas con la gente del Riad. Increible lo que se puede aprender solo escuchando las gentes que vagan por el mundo, como un australiano que nos hizo mucha gracia, pues se alimentaba a base de perejil. Allí nos recomendaron la lectura de "Las nueve revelaciones", libro que está apuntado en mi agenda.

Día 19 de diciembre: Esta vez si que no perdimos el bus y tras tres horas de viaje llegamos a la fortaleza costera de Essaouira. Lo primero que hicimos fue coger el billete de vuelta (ya que no se puede comprar en Marrakech) y una vez adquirido entramos en la Medina. Toda ella está rodeada de una gran muralla como en Marrakech, pero esta a su vez tiene cañoñes en gran parte de ella muy bien conservados.

No hicimos más que pasear por ella, y subir a lo alto de la muralla, sintiéndonos al más puro estilo de los guerreros de la época. Otra cosa que nos llamo la atención fueron los contrastes, como en Marrakech. Podíamos ver la calle central repleta de color, con las tiendas, los arcos, las gentes; y su paralela en ruinas, con niños pobres a juzgar por sus ropas, jugando con una "pelota" fabricada con un poco de cinta enrollada.

Paramos para comer un kebab y un shawarma, los cuales no nos disgustaron, y una vez con fuerzas dimos un largo la playa. Mucha gente aprovechaba el fuerte viento para hacer volar sus cometas o practicar el kitesurf (Essaouira habñia sido sede de un campeonato en noviembre).

Nos paramos entonces en la entrada de un parque infantil, pues había un hombre en la puerta. Pedía 5 dh a cada niño por entrar. Nos chocó bastante que se le pusiera precio a ese tipo de "disfrute" infantil. Seguimos hablando con cualquier persona que se nos cruzaba en el camino, y así conocimos bastantes vendedores de galletas que según nos decían llevaban hachís, marihuana y ese tipo de sustancias.

Después vimos el puerto, y una especie de lonja, donde se vendía el pescado del día. Al igual que en otros sitios, la gente se acercaba a hablarnos (sobretodo de fútbol), y al final de la conversación pedían alguna limosnilla. Se la tenían que ganar, por así decirlo, ya que la economía del estudiante no es la de un trabajador, pero siempre nos recompensaba emocionalmente, ya que para ellos un solo dirham puede significar mucho.

Ya nos quedaba poco para que saliera el bus de vuelta cuando empezó a llover. Fuimos a la parada del bus y esperamos. Tuvimos un viaje algo ajetreado, pues por lo visto una señora se mareó bastante, y entraba agua por algunas ventanas, pero conseguimos llegar sanos y salvos a la ciudad. Allí decidimos invertir nuestros últimos 10 dh en el KFC, donde nos dieron dos porciones de pollo, lo cual nos sorprendió).

Día 20 de diciembre:El último día de nuestro viaje nos costó levantarnos a las 6 de la mañana pero logramos llegar a tiempo a la parada del bus para coger el primero del día y llegar al aeropuerto con tiempo de sobra, el cual agradecimos pues se nos plantearon varias cuestiones que no teníamos previstas.

Lo primero fue que debíamos sellar nuestro billete en el mostrador de facturación de la compañía, cosa que no he hecho en nungún otro vuelo con Ryanair. Ya con nuestro sello pasamos el control de seguridad, con unos tocamientos excesivos en el pubis, imaginamos qe por el tema del hachís, pero en ningún caso justificables. Finalmente tuvimos que rellenar otra vez el mismo formulario de inmigración que hicimos a la entrada del país.

Ya en el avión, empezamos a pensar en volver a estas tierras, alquilando un coche, eso sí. Ya que es un país muy cercano al nuestro pero tan distante en cuanto a costumbres se refiere.

Dentro de pocó actualizaré con las fotos.

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30 de noviembre de 2009

Febrero 2010 - Bologna

Un día después de acabar los exámenes, 15 amigos de la Universidad nos moveremos a la ciudad de Bolonia, en pleno corazón de Italia.

Este viaje surgió dada una oferta de 10 € ida y vuelta con Ryanair, compañía a la que tengo que nombrar, pues está influyendo bastante en mi vida de manera positiva.

Las fechas elegidas son del 9 al 11 de febrero y pensamos conocer la ciudad, tanto de día como de noche, pues no tenemos alojamiento, pero con nuestros sacos de dormir, sobreviviremos.

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17 de noviembre de 2009

Nuevo destino: Marrakech

Tres amigos (Ture, Ruiz, Willy) y yo vamos a hacer un nuevo viaje ahora en diciembre. La idea era hacerlo en febrero, pero al coincidirnos con exámenes lo hemos adelantado.

Así que dentro de un mes, del miercoles 16 al domingo 20 de diciembre nos vamos a Marrakech (Marruecos).

El destino vino un poco marcado por los 30 € que nos ha costado el vuelo, y en parte tambien por lo mucho que nos sugiere este país y que esperamos aprender.

Por supuesto no nos defraudará y tras el viaje resumen fotográfico y quien sabe si videográfico.

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